Durante mucho tiempo pensé que el trabajo, el esfuerzo, es lo que te proporciona los buenos resultados y todavía lo creo en parte. Y eso es lo que hay que decir a los niños para que no se desmadren primero en sus adolescencias y luego en sus juventudes, pero ahora comprendo (y casi experimento) que en lo creativo muchas veces te visita la “inspiración”, esa señora que cuando viene es mejor que te encuentre trabajando, pero que otras veces basta con que se encuentre contigo. Quizá entonces ya te conoce y ya sabe que llevas trabajado lo tuyo. Entonces tienes la sensación de que de algún sitio alguien te trae algo gratis, sin esfuerzo. Esa sensación es la que describen algunos de nuestros admirados creadores. A Ángel González, nuestro poeta, tan cercano, alguien (¿un ángel?) le dicta los poemas, y eso se ve en esa sencillez, esa facilidad para decir las cosas más difíciles. A Carlos Edmundo de Ori, se los dictan las sirenas, por eso él no los corrige, no es quién para desdecir a las sirenas. El novelista portugués António Lobo Antunes no se siente dueño de lo que escribe, porque se lo escribe la mano derecha (él es zurdo) y sus novelas son como un regalo de alguien a través de esa mano para otras cosas inhábil. A Paul McCartney (otro zurdo) le fue entregado el Yesterday en un sueño. Algo de eso hay, a veces te tienes que dejar llevar, dejar que alguien (una sirena, un ángel, una torpe mano, un duende del sueño) te entregue algo, aunque no lo hayas pedido, aunque no te lo merezcas.