QUÉ DEL AJO NEGRO

Si Anne Carson, que además de poeta es profesora de griego antiguo, la registra como molu, molu es para mí, aunque el resto del mundo la llame moly. Estamos en la Rapsodia X de la Odisea. Hermes (aquel que inventó la lira) siempre generoso con Ulises, le regala una planta para que una vez ingerida, el hechizo de la bruja Circe no le haga efecto y pueda interceder por sus compañeros, a la sazón transformados en cerdos de bellota, y de paso gozar una tarde de recreo en el lecho de la bella hechicera (Circe, la de lindas trenzas). El mismo héroe describe la planta, aunque someramente: “Tenía negra la raíz y era blanca como la leche su flor, los dioses llámanla molu (o moly), y es muy difícil de arrancar para un mortal; pero los dioses lo pueden todo.” Muchas generaciones han gastado su tiempo en el estudio de la naturaleza a la busca de la planta tan oportunamente entregada al hombre por las deidades. Al fin la tenemos a tiro, se trata del ajo negro (Allium Nigrum). El ajo, es planta de tallo generoso y recto, de flor efectivamente blanca (como la leche) si bien la raíz, que forma un bulbo de gajos (dientes de ajo dicen algunos) blancos o morados en su envoltura, dista mucho de ser negra en su forma natural. Para que todo coincida y los ajos sean negros, la planta ha de ser debidamente tratada, no sin cierta dificultad, en condiciones adecuadas de humedad y calor. El esfuerzo en su tratamiento es bien recompensado, pues la planta (como bien demuestra la historia de Ulises) aporta múltiples beneficios a la salud y el bienestar de los humanos. Los dioses saben lo que hacen, aunque algunas veces nos dejen sueltos, y bien que la liamos.