Sí, recuerdo que una noche decidimos ir a ver a Dario Fo en la Sala Villarroel (un pequeño teatro en la propia calle Villarroel de Barcelona) y nada más entrar nos encontramos con Barco. A José Barco lo había conocido al llegar al servicio militar. Nos había impresionado desde el principio porque rubio inequívoco como era había llegado al cuartel con una melena larga y llamativa. Hasta que le llegó el turno del rapado ritual de todo recluta, esa melena rubia dio para algunas bromas cuarteleras a las que Barco respondió con un desenfadado: «Que me quiten lo bailado». Venía de Londres, un lugar mítico entonces que para los que no habíamos salido todavía de España representaba la Meca de inimaginables libertades. Al encontrarlo nada más franquear las puertas del teatro nos contó que acababa de cumplir los treinta años y que impresionado por el número había decidido aprender a tocar el saxo. Han pasado cuarenta y un años desde ese encuentro y Barco ahora toca otras cosas. Que yo sepa nunca llegó a dominar el saxo. Hubo un tiempo en el que a cualquiera que le preguntara si tocaba el saxo él respondía: «No, el saxo lo toca el armario donde lo guardo».