LA LUZ

Apenas nos hemos sentado a cenar. De repente, tras el primer bocado, se apagan las luces de la casa: momento de incredulidad y sorpresa, también se ha apagado la radio, se manipula el interruptor más cercano pero sin respuesta, pasan los segundos y el apagón se confirma, alguien enciende el mechero (un fumador siempre lo tiene a mano) y con él quizá se enciende una vela que alguien ha sacado del cajón de las cucharas (hay una linterna en la casa, pero nadie sabe dónde ni si tendrá la pila en condiciones), se sale al patio, otros vecinos también lo hacen, la escalera está a oscuras, desde el patio se alcanza la calle… Y entonces se oye una voz (la del vecino más diligente) que dice: “es general”. Esas dos palabras son un alivio: representan que el apagón sobrepasa tu entorno privado, que está a oscuras todo el edificio, o toda la calle, o todo el barrio, o todo el sector, o toda la ciudad, o todo el país, que tú no tienes ninguna responsabilidad y no puedes ni tienes que hacer nada al respecto, que alguien superior a ti en ese campo (el de la electricidad) tendrá que solucionarlo, una estancia de más rango debe hacerse cargo del problema y de la solución, solo te queda hacer lo que deben hacer todos tus vecinos: esperar a que vuelva la luz. Y si tarda, seguir cenando a la luz de ese cabo de vela (que alguien encontró  en el cajón de las cucharas).