Siempre lo había sospechado: un cactus no vive en el desierto por placer; vive allí porque ha tenido mala suerte y no se puede mover, pero viviría mucho mejor en un lugar menos caluroso, con un suelo más rico y con algo más de agua. Igual ocurre con la gente: se vive mejor allí donde la riqueza esté mejor repartida, donde se respete un poco la vida y donde te puedas plantear y llevar a cabo algunas iniciativas personales. Por eso mucha gente, aun a pesar de lo difícil que es cambiar de sitio e incluso no sabiendo qué habrá después, decide dejar atrás el desierto y buscar un suelo más rico, con un poco más de agua.