Una vaca inventariada no puede desaparecer así como así. Alice, la vaca, viene a mi ventana mientras su madre habla distraída con una vecina. La cháchara se prolonga de modo que Alice tiene tiempo de meter su enorme cabeza por la ventana y acercarse a los cacharros del fregadero para empezar a lamer algunos platos. Los residuos de la papilla de los niños le gustan. No es fácil hacer un inventario de los animales que andan sueltos en el monte. Aunque hay otros muchos, se trata de los animales que nos importan: tantos caballos, tantas cabras, tantas vacas, tantas ovejas, etc. Una vez en la lista, cada uno con su nombre y edad, puede haber una baja, pero es imposible que desaparezca su rastro del todo. Alice no lo sabe y por ello cree saber que lo mejor es armarse de paciencia y no alejarse demasiado de su madre ni de la vecina parlera.