PAPEL IMPRESO

En algunas novelas la excusa para iniciar el trenzado de la trama es la carta encontrada en un cajón de la estancia familiar. Esa carta da lugar a un descubrimiento revelador que ha permanecido oculto. Mi descubrimiento no es ese ni algo que se le parezca, no es una carta ni un documento misterioso, se trata, simplemente, de un fardo de recortes de periódico y de páginas de revistas que en su momento me parecieron dignas de algún interés, que guardé para leer más adelante y que después fueron olvidadas. Ahora han reaparecido. Esos papeles datan de hace once o doce años (de 2008 o 2010). Están alejados en el tiempo, pero no demasiado: hablan de autores, de personas, de libros, de cine, de algunos hechos que todavía tienen presencia y repercusión en la actualidad. Pero no en todos los casos. Algunos, de entre los protagonistas de entonces (los que eran más jóvenes sobre todo) todavía producen obras y mantienen una presencia activa, otros siguen con nosotros pero (quizá porque son muy mayores) han desaparecido para los medios: nadie se acuerda de ellos y otros (los que ya eran mayores entonces) han desaparecido finalmente del todo. Esos papeles que hablan de viajes, de libros, de arquitectura, de pintura, de opiniones, de países, de gente, no tienen ningún valor y podría tirarlos sin mayor implicación. Recuerdo con qué expectación, subido a una escalera, desempolvé las cartas que había sobre un armario en uno de los dormitorios del piso que acababa de alquilar. Pensaba que allí aparecerían secretos inconfesables callados durante mucho tiempo que, sin duda, podrían dar lugar a una trama novelesca. No hallé nada de eso, simplemente se trataba de antiguos e insignificantes recibos y saldos bancarios que delataban la modestia económica de la familia que me había precedido. Eran residuos de aquel tiempo remoto en el que los bancos informaban a sus clientes con papel impreso enviado por carta.